He pisados cientos de supermercados, pero cuento con los dedos de una mano en los que me siento como en casa.
Todo el mundo tiene recuerdos, buenos o malos, en alguno.
Reencuentros inesperados en la cola de la charcutería. Esos huevos rotos que resbalaron de tus manos para acabar esparcidos por todo el suelo. Treinta minutos en el pasillo de las hamburguesas con tus amigas decidiendo que comprar para la BBQ en el campo. Esa salida exprés de tu casa con la esperanza de que en la estantería del alcohol quedasen dos botellas de ginebra para la fiesta de esa noche. El amor más fugaz de la historia en la caja del Mercadona que esperas volver a ver algún día, o esquivar entre los pasillos a la que odias de la Universidad.
Yo me quedo con el Carrefour, cuando iba con mis padres y mi hermana a comprar. Nos pasábamos horas dando vueltas a todo el super recorriendo cada uno de sus pasillos y yo deslizando mis pies sobre el suelo para tratar de ser una patinadora más del Carrefour.
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