No me gusta el invierno. Soy más de las tardes de verano en las que veo multitud de familias, amigos, parejas o personas más bien solitarias paseando por la orilla del mar.
El verano me hace bien, hace que todo tenga más color, incluso yo.
Me levanto por la mañana y puedo escuchar a toda la ciudad yéndose a trabajar, el tráfico y el olor a café y tostadas recién hechas.
Intento hacer la vida más amena a la gran mayoría del mundo, el cual me lo agradece eternamente, a pesar de que hay excepciones que no valoran mi trabajo.
Pero mi momento preferido, como he dicho antes, son esas tardes de verano en las que puedo ver a cientos de personas contemplándome y disfrutando de esa media horita efímera hasta que despido la ciudad.
Pero todavía me quedan cinco minutos para poder oír a dos amigas sentadas en la arena diciendo que se quedarían allí toda una vida disfrutando de mí.
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